REFORMA EN PROFUNDIDAD
<b>Un Parlamento que impide que un
ministro del Gobierno dé explicaciones de su actuación dudosa es un Parlamento
que atenta contra la Democracia y fomenta la corrupción política</b>
<b>Juan José Omella</b>,
arzobispo de Barcelona en un escrito publicado en La Vanguardia el 26/06/2016,
coincidiendo con las elecciones generales, invocando a san Tomás Moro, escribe:
“Pedimos a este santo que interceda por todos nosotros, hombres y mujeres que
tenemos responsabilidad pública de vivir más
en coherencia con aquello que somos y que configura nuestras vidas, pero
es necesario que lo vivamos con gran respeto a los otros. Que lo que nos dicte
la conciencia prevalezca por encima de los intereses de partido, e incluso de
los nuestros personales”.
Con la Biblia abierta el arzobispo
barcelonés se equivoca invocando a Tomás Moro para que interceda a favor de
quienes tienen responsabilidad pública para que “lo que nos dicte la conciencia
prevalezca por encima de los intereses de partido, e incluso de los intereses
personales”. No es invocando a un hombre como se cambiará la conciencia de las
personas que tienen cargos de responsabilidad pública.
En la plegaria que el rey Salomón
pronunció durante la ceremonia de inauguración del templo que había construido
y que en el lugar santísimo se colocaría el arca del pacto que simbolizaba la
presencia de Dios entre su pueblo, entre otras cosas dijo: “Tú oirás en los
cielos, en el lugar de tu morada, y perdonarás, y actuarás, y darás a cada uno
conforme a sus caminos, cuyo corazón tú conoces, porque sólo tú conoces el
corazón de todos los hijos de los hombres” (1 Reyes 8:39). Existen dos maneras
de invocar la bendición de Dios sobres los hombres, Juan José Omella hace la
incorrecta porque invocando a un hombre, por más bueno que haya sido en el
transcurso de su vida terrenal, no deja de ser una persona frágil y con todas
las miserias que conlleva ser pecador. La tal persona no puede cambiar la
conciencia de otro ser humano. “El hiero es igual al hierro y un hombre es
igual a otro hombre” (Proverbios 27:17). El texto nos dice que todos los
hombres somos iguales. Como descendientes de Adán que somos todos somos
pecadores. No hay ningún justo. “El hombre es un lobo para el hombre” (Thomas
Hobbes), y, “la simiente de todos los pecados más viles y peores, está en el
mejor de los hombres” (Thomas Brooks).
El pueblo de Israel tenía al alcance de
su mano la Ley de Moisés y todo lo que los profetas les decían en Nombre del
Señor y no le hicieron caso. El resultado fue un vaivén entre obediencia y
desobediencia a Dios que acabó con
un generalizado desconocimiento de la Palabra de Dios. La conciencia de
los prohombres de Judá y del pueblo llano estaba oscurecida por el
desconocimiento de la Palabra que es la luz que ilumina la conciencia, lo cual
condujo al descalabro nacional.
Las tinieblas envolvían a
Judá y en decimoctavo aniversario del rey Josias se inició la reparación del
majestuoso templo de Salomón que se encontraba en pésimas condiciones. La
situación del edificio era un reflejo
de la condición del pueblo. En tanto se
efectuaban las obras de reparación se encontró un ejemplar del Libro de la Ley, que se leyó al rey, quien,
al oír el mensaje de Dios, “hizo pacto delante del Señor, de que irían en pos
del Señor, y guardarían sus mandamientos, sus testimonios y sus estatutos, con
todo el corazón y con toda el alma, y que cumplirían las palabras del pacto que
estaban escritas en aquel libro. Todo el pueblo confirmó el pacto” (2 Reyes
23:3). La conciencia de un pueblo que no
es iluminada por la luz de la Palabra de Dios los condujo a una situación en la
cada cual hacía lo que mejor le parecía. La reforma emprendida por el rey
Josías momentáneamente paró el declive espiritual que al reiniciarse condujo al colapso total.
La reforma iniciada por
Martín Lutero en el siglo XVI fue posible cuando el monje descubrió que el
hombre se salva por la fe en Cristo y su
obra redentora y no por obras de justicia propia que era la enseñanza prevaleciente
es su época. Este descubrimiento no le dejó indiferente ante las necesidades
espirituales del pueblo alemán. Emprendió la traducción de la Biblia al alemán
con lo que puso al alcance de la mano de la ciudadanía la verdad de Dios. El
oscurantismo de la época se hizo evidente cuando la luz de la palabra de Dios
iluminó las conciencias. La conciencia de un hombre o de una mujer iluminada
por la Palabra de Dios no puede seguir practicando las obras injustas de las
tinieblas.
Para regenerar la
política española cuya conciencia se niega a aceptar la comparecencia del
ministro de Interior en el Parlamento para que explique las conversaciones mantenidas con el director de la Oficina
Antifraude de Catalunya, alegando que el Parlamento está en funciones, cuando
poco antes el Tribunal Constitucional sentenció que un Gobierno en funciones
debe informar a un Parlamento también en funciones. ¿Es esta la conciencia de
los diputados en el Congreso de Madrid que debe regenerar la política española.
No deseando escuchar las explicaciones que debía dar el ministro del Gobierno
sobre su comportamiento oscuro, ¿es así como se regenera la política que todos
con la lengua gritan que lucharán para regenerarla? Con esta conciencia vamos
por mal camino. Los diputados en el Congreso en Madrid han podido votar según
les ha dictado su conciencia, pero, ¿es esta una conciencia iluminada por la
Palabra de Dios que rechaza la injusticia? “Muchos hombres proclaman cada uno
su propia bondad, pero un hombre de verdad, ¿quién lo encontrará”? (Proverbios
20:6).
Octavi Pereña i Cortina
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