SELFIES
<b>La tecnología de la comunicación
se desarrolla rápidamente pero las personas que deben utilizarla no están en
condiciones de hacerlo debidamente</b>
Estamos inmersos en la cultura de la
imagen. Antes de aparecer la fotografía la reproducción de la imagen se hacía
de manera artesanal, siendo pocos
quienes podían tener un óleo que inmortalizaba
a la persona que se podía permitir el lujo de tenerlo. Hoy, con la
fotografía digital y la colaboración de
las nuevas tecnologías, la imagen se ha socializado y puesta al alcance de una
gran mayoría de personas a un pecio asequible para todas las economías. Este
abaratamiento, la facilidad de reproducción y de difusión de la imagen crea un
grave problema. La tecnología digital aprovechándose de la necedad humana ha
creado un monstruo que amenaza con tragarnos. La tecnología digital que puede
ser un buen medio de comunicación si se hace un buen uso, se ha convertido en
una fuente de desórdenes mentales.
Ahora se ha puesto de moda el
<i>selfie</i>, el autorretrato que uno se hace con el móvil de las
partes más diversas del cuerpo y que se envía al amigo/a. Aquí se termina la
privacidad. La foto se reenvía a círculos más amplios y si esta foto expone
intimidades corporales su difusión provoca trastornos mentales que pueden
llegar hasta la inducción al suicidio. La inconsciencia conciente suele terminar mal. Algunos tipos de fotos no
deberían haberse hecho nunca y menos enviarlas a personas por más íntimas que sean porque la amistad en general
se rompe en santiamén. Entonces, el receptor de las imágenes que comprometen
las divulga y una vez colgadas en la red es casi imposible detener su difusión.
Estas imágenes pueden ser motivo de <i>bullying</i> y de problemas
a la hora de buscar trabajo.
¿Por qué se hacen <i>selfies<7i>
y se envían? Sencillamente porque todos llevamos una cierta dosis de narciso.
La complacencia excesiva en las cualidades propias u obras. Estas supuestas
virtudes no pueden quedarse arrinconadas en la buhardilla, se deben publicar, se
les debe dar difusión. Entonces llegan los aduladores que te dicen: ¡Qué bien
has quedado! El ego se hincha y, poco a poco los <i>selfies</i> se
hacen más atrevidos y los estragos se hacen irreparables. Personas expertas en
el tema que tratamos no se cansan de repetir que debe tenerse mucho cuidado de
no enviar fotos íntimas que pueden
deslumbrar a los receptores por los encantos que reproducen del remitente.
Los <i>selfies</i> comparten
escenario con la moda, la industria de la cosmética y de la cirugía plástica que
se encargan de estimular al narciso que todos tenemos escondido en las
profundidades del alma. El retrato que puede hacerse del narciso es el de una
persona que se cree muy hermosa externamente pero que en realidad, internamente
es tan fea como los cacharros que se tienen arrinconados en la buhardilla. El
narciso es una persona obsesionada consigo mismo, que sueña grandezas, que
posee muy poca empatía porque en su interior sólo hay espacio para su ego que
por cierto crece como la espuma. Bajo la
capa de una autoestima muy exagerada, el narciso guarda sentimientos de
inseguridad y de insuficiencia que impulsan el salto hacia el resbaladizo mundo
del éxito y de la fama, siendo los <i>selfies</i un instrumento idóneo
para realizarlo.
Los <i>selfies</i> revelan la
personalidad narcisista de quien lo envía. Esta revelación pone a los niños y
adolescentes en manos de los desaprensivos que detrás de la máscara de la
amistad y con el falso propósito de ayudarlos, los incitan apoyándose en el
reconocimiento que buscan a que les manden fotos sexy hasta llegar al desnudo
total. Es entonces cuando los malhechores se quitan la careta poniendo al
descubierto suverdadera personalidad perversa. Con el material gráfico que
revela las intimidades corporales de los jóvenes incautos se quieren aprovechar
de ellos con las amenazas de colgar en la red el material gráfico de que
disponen si se niegan a seguir el juego. Perseguir la fama se ha convertido en
una pesadilla.
Ser narciso es un mal compañero de viaje
ya que produce muchos quebrantos y el rechazo de las personas de su entorno. Ya
en la época apostólica la iglesia tenía conflictos internos debido al uso
indebido de los dones que el Señor le otorgaba para su correcto funcionamiento.
Se daban frecuentes escaramuzas para sobresalir de los otros. Eran muchos
quienes querían ser los números 1 en la iglesia. El apóstol Pablo en la carta que escribe a los cristianos de
Roma les dice: “Digo pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está
entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener,
sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió
a cada uno” (Romano 12:3)
El narcisismo es la consecuencia de
querer neutralizar la inseguridad íntima con la falsa imagen de la autoestima.
Dado que la autoestima no aporta seguridad interior se intensifican los
esfuerzos para conseguirla, con lo cual, la enfermedad se agrava hasta la
aparición de los casos sonados que nos muestran los medios de comunicación.
Cristiano Ronaldo es uno de ellos.
El narciso que todos llevamos dentro se
debe al pecado que provoca que tengamos “un más alto concepto de nosotros
mismos que el que debemos tener”. Volvamos a los niños y adolescentes y el
peligro que representan los <i>selfies</i>. Una correcta educación
en la fe cristiana es la medicina que curará a niños y adolescentes del narciso
que llevan dentro dada su condición de pecadores. La fe en Cristo, no en la
Iglesia, ni en sus doctrinas, es el secreto debido a que el espíritu humilde de
Jesús se desarrolla en su interior y los
libera de la imperiosa necesidad de querer destacar por encima de los otros.
Pretender ser el número 1 ya no es una necesidad. Poseyendo a Jesús les sobra
el protagonismo.
Octavi
Pereña i Cortina