JEREMÍAS 29:12,13
“Entonces me invocaréis, y
vendréis y oraréis a mí, y os oiré, y me buscaréis y me hallaréis, porque me
buscaréis de todo corazón”
Jeremías se dirige a los
deportados en Babilonia diciéndoles que cuando se cumplan los setenta años de
abandono del culto en Jerusalén, el Señor “los visitará y despertará sobre
vosotros su buena palabra” (v.10). Esta es la esperanza que Jeremías
infunde en los deportados en el Nombre
del Señor: “Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice
el Señor, pensamientos de paz y no de mal para daros el fin que esperáis” (v.11).
Las bendiciones que recibimos del Señor siempre se inician en Él. Si el
Señor mantiene sus manos en los
bolsillos no puede esparcir dádivas. Por ello, quienes creemos en Él y en su
promesa de bendición debemos clamar insistentemente para que derrame abundantes
bendiciones en su Iglesia que languidece por falta del poder divino. Se nos
invita a pedir insistentemente , a no
dejar de golpear con fuerza a la puerta del salón del trono en donde Jesús
sentado a la diestra del Padre intercede por nosotros. Sin la intercesión de
Jesús por el pueblo de Dios no sentiríamos necesidad de clamar a Él. Si en su
gracia el Señor despierta en nosotros el deseo de que Dios derrame en nosotros
abundantes bendiciones no dejemos para mañana empezar a suplicar con
insistencia.
Cuando seamos conscientes de
que los pensamientos de Dios con respecto a nosotros son de paz y no de mal: “Entonces
me invocaréis, y vendréis y oraréis a mí ,y yo os oiré, y me buscareis y me
hallaréis, porque me buscaréis de todo corazón”. ¿Lo buscamos y oramos en
Nombre de Jesús que debe ser el centro de nuestras plegarias? ¿Son nuestras
oraciones persistentes como la viuda que no dejaba de importunar al juez
injusto para que le hiciese justicia? Si nuestras oraciones son rutinarias y
frías porque el corazón no siente lo que dicen los labios ha llegado el momento de la reflexión y de
pedirle al Señor que abra nuestros corazones para que podamos percibir el
pecado no confesado y acariciado. No olvidemos que el pecado que se guarda en
el corazón es el estorbo que le impide a
Dios oír nuestras oraciones. Dejemos de creer que por el mero hecho de asistir
a la iglesia los domingos y de repetir mecánicamente unas palabras de agradecimiento
antes de las comidas, ya hemos cumplido. Si no se produce un auténtico
arrepentimiento y confesión de nuestros pecados al Señor Jesús, nuestra vida
religiosa no tiene valor. El Señor sigue esperando que le busquemos con todas
nuestras fuerzas . Quiera el Señor que nuestra reacción ante la Palabra de Dios
sea la del rey Josías quien, al ser hallado el rollo de la Ley que se había
perdido y leído su contenido “rasgó sus vestidos” (2 Reyes 22:11) en
arrepentimiento
1 REYES 22: 7
“Y dijo Josafat: ¿Hay aún aquí
algún profeta del Señor, y que podamos consultar por medio de él?”
La luz y las tinieblas no
pueden ir juntas. La relación entre Josafat y Acab rey de Israel pone de manifiesto dicha incompatibilidad. También descubre la
necesidad de que los hijos de Dios no quieran unir la luz con las tinieblas. A
menudo los cristianos olvidamos dicha enseñanza y nos proponemos hermanar lo
que no se puede hermanar en nombre de la buena convivencia. Josafat fue un
hombre de Dios pero cometió el error de “contraer parentesco con Acab” (
Crónicas 18:1). Acab era un hombre impío. El consejo de Dios “no os unáis en
yugo desigual con los incrédulos, porque ¿qué compañerismo tiene la justicia
con la injusticia??¿Y que comunión la luz con las tinieblas?” /2 Crónicas 6:14).
Los vínculos familiares Josafat con Acab le hicieron tomar al rey de Judá
decisiones erróneas.
Acab
estaba en guerra contra los sirios y aprovechando que Josafat se
encontraba de visita en Israel,
aprovecha la oportunidad para involucrarlo en la guerra: “¿Quieres venir
conmigo a pelear contra Ramot de Galaad? Josafat, quizás dejándose llevar
por el vínculo familiar que le unía a Acab dijo algo que jamás debería haber
dicho: “Yo soy como tú, y mi pueblo como tu pueblo, y mis caballos como tus
caballos” (1 Reyes 22:4)Josafat siendo luz se identifica plenamente con las
tinieblas que representa Acab. Una mala decisión que acabo mal.
Josafat
como hombre de Dios le pide a Acab poder consultar al Señor por medio de uno de
sus profetas. Acab convoca a los sacerdotes de Baal y le dicen que puede ir
tranquilamente a la guerra porque saldrá victorioso. Josafat quiere consultar a
un profeta del Señor. Acab le dice que está Micaias “pero yo lo aborrezco
porque nunca me profetiza bien, sino solamente el mal” (v.8). Micaias
profetizó el desastre. Así y todo hicieron la guerra que resulto ser un
descalabro que acabó con la muerte de Acab.
“Mas
los consejos de los impíos, engaño” (Proverbios12:5).
Estar unido en yugo desigual con los impíos a veces obliga a hacer cosas que no
gustan y de las que después uno tiene que arrepentirse. Pero lo hecho, hecho
está y el resultado es irreversible. Dadas las circunstancias es inevitable
convivir con los incrédulos pero está en manos del creyente evitar vínculos que
le aten a los impíos. Es este sentido nos toca vigilar mucho porque el roce
íntimo puede impulsarnos a buscar el consejo de los malvados lo cual no es
provechoso. Josafat es un ejemplo de ello.
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