dilluns, 10 de febrer del 2014


PROVERBIOS 15:32


“El que tiene en poco la disciplina menosprecia su alma, pero el que escucha la corrección tiene entendimiento”

El Señor, a partir del momento en que una persona se convierte a Cristo comienza en ella un proceso de purificación, de santificación, de perfeccionamiento que el Señor no dará por concluido hasta que no lo haya completado. No en vano el Señor Jesús nos dice: “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto” (Mateo 5:48). Aún cuando sea hecho superficialmente, el examen que  uno hace de mismo descubre que en nosotros hay muchas cosas que nos afean, que la santidad con que estamos revestidos no se manifiesta con la pureza con que sería de desear y de la existencia de un  corazón con la tendencia a de alejarse de Dios. Si no fuera porque el Señor no nos suelta, ¿cuál sería nuestro futuro?

A partir de la conversión a Cristo la persona se convierte en alguien muy valioso a los ojos de Dios porque la tal persona es un hijo de Dios. Dicho de otra manera: es un diamante en bruto. Cuando el diamante se extrae de la mina sólo los expertos saben apreciar el valor que tiene a pesar de la fealdad manifiesta por las impurezas que en él están adheridas.

El nuevo creyente en Cristo, a pesar de que instantáneamente se ha convertido en un verdadero hijo de Dios y todos su pecados han sido borrados por la sangre que Jesús vertió  en el Gólgota, sigue manteniendo adheridas las impurezas de su vida pasada que no permiten exteriorizar la  belleza que acompaña a tal filiación. Para que pueda resplandecer con toda su hermosura el creyente debe pasar por un proceso de purificación que  durará todo el tiempo que permanezca en esta tierra y que culminará en el día de la resurrección cuando todas sus manchas y arrugas desaparecerán sin dejar rastro.

El apóstol Pedro escribiendo “a los expatriados de la dispersión” les dice que son “guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero” (1 Pedro 1:5), lo cual, a los que “han sido elegidos según la presciencia de Dios” produce alegría. Aquí viene a cuento el texto de Proverbios que comentamos: “Aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas, para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego sea hallado en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo” (vv.6,7).

“El que tiene en poco la disciplina menosprecia su alma, pero el que escucha la corrección tiene entendimiento”.

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PROVERBIOS 15:30


“La luz de los ojos alegra el corazón, y la buena noticia conforta los huesos”

¿Somos conscientes de lo agradecidos que deberíamos estar a Dios porque podemos gozar del maravilloso don de la vista, que nos ha dado este complejo órgano que son los ojos y que nos permiten ver la impactante belleza de la creación? Podemos asombrarnos de la hermosura de la creación porque Dios nos ha concedido el don de la vista. Quienes gozamos de ella, ¿nos hemos preguntado alguna vez cómo nos sentiríamos si nos volviésemos ciegos? Es un motivo de agradecimiento el hecho de que nos la conserve.

“La luz de los ojos alegra el corazón”. La naturaleza con toda su diversidad y belleza, el sol y la luna, los millones de estrellas que resplandecen en la negrura de la noche nos hablan de un Creador que quiere alegrar a nuestros corazones con su presencia en ellos. Contemplar la obra de las manos de Dios puede hacer desaparecer la necedad de decir que Dios no existe.

“La buena noticia conforta los huesos”. Con los ojos podemos leer en el libro de la creación    que dice que Dios existe. Creer en la existencia del Creador es algo tan bueno que alegra el corazón. La creación nos habla de un Dios todopoderoso pero no nos dice nada de la personalidad del Creador, pero puede ser un primer paso para llegar a creer en el Dios Creador que se revela en Jesucristo. Pero, la buena noticia que nos llega por medio de la Palabra revelada de Dios conforta los huesos porque nos habla de la naturaleza de Dios y de su amor a los hombres en dar a su Hijo unigénito a morir por el pecado de los hombres. Esta buena noticia sí que alegra el corazón y conforta los huesos porque nos recuerda que Dios nos ama y quiere bendecirnos con el don de la vida eterna.

El problema radica en la necedad de nuestro corazón que nos hace creer que Dios no existe y que podemos prescindir totalmente de Él. Podemos deshacernos de Él así lo deseamos, pero no podemos evitar los efectos de hacerlo, que siempre son contraproducentes: No hay alegría en nuestro corazón y nuestros huesos están descoraznados.Negar a Dios no es algo intrascendente que podamos hacer con total impunidad. Negar a Dios es pecado y vivir en pecado significa muerte eterna. David nos da el ejemplo a seguir: “Mi pecado te declaré” (a Dios), “y no encubrí mi integridad. Dije: Confesaré mis transgresiones al Señor, y tú perdonaste la maldad de mi pecado” (Salmo 32:5). El rey comienza el poema con una exclamación de gozo: “Bienaventurado aquel cuya trasgresión ha sido perdonada, y cubierto su pecado. Bienaventurado el hombre a quien el Señor no culpa de iniquidad, y en cuyo espíritu no hay engaño” (vv.1,2). David se vuelve a Dios para pedirle perdón, siendo el resultado: “Mientras callé, se envejecieron mis huesos en mi gemir todo el día. Porque de día y de noche  se agravó sobre mí tu mano, se volvió mi verdor en sequedades de verano” (v.4). Dios que es luz atravesó los ojos de David dándole alegría al corazón afligido, y el Hijo, que es la buena noticia, entró por sus oídos y le confortó los huesos.

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