dilluns, 6 de maig del 2013


MATEO 10:51


“Qué quieres que te haga? Y el ciego le dijo: Maestro que recobre la vista”

La Biblia nos enseña a orar los unos por los otros. Lo dice porque como miembros de la familia humana y debido al pecado todos tenemos carencias. Al orar por otras personas nos identificamos con ellas e intercedemos por ellas ante el trono de la gracia de Dios. La oración intercesora fomenta la auténtica empatía. Como somos egoístas y pensamos exclusivamente en nosotros mismos orar por los otros es una tarea un tanto olvidada. Este olvido debería ser motivo de reconocimiento y de confesión de este pecado. Es pecado porque es desobedecer una orden de Dios.

El texto que comentamos hoy nos enseña a pedir por nosotros. El ciego Bartimeo estaba sentado junto al camino mendigando. Cuando oye que Jesús está pasando cerca de él empezó a gritar, diciendo: “¡Jesús, Hijo de David ten misericordia de mí”. Al pedirle “ten misericordia de mí”  le está pidiendo a Jesús algo muy indefinido. Jesús, por el hecho de ser Dios sabe con certeza lo que Bartimeo necesita. Pero quiere que se lo pida. Para poderle ayudar quiere que le pida lo que necesita. De ahí la pregunta que le hace Jesús: “Qué quieres que te haga?” La respuesta del invidente: “Que recobre la vista”. Jesús le dijo: “Vete, tu fe te ha salvado”. “Y enseguida recobró la vista”.

“Qué quieres que te haga?, nos pregunta Jesús a ti y a mí. ¿Qué necesitamos? Dejemos de monsergas. No vayamos por los cerros de Úbeda diciendo que es egoísta pedir por uno mismo. Jesús nos dice: “Qué quieres que te haga?”  Cada uno tiene que responder por sí mismo. Quien está en el paro y padece las consecuencias de no poder pagar la hipoteca y se enfrenta al desahucio, quien padece una enfermedad crónica…A cada uno de nosotros Jesús nos pregunta “¿Qué quieres que haga por ti?” La respuesta que le demos pone de manifiesto que creemos en Él. Que Jesús no es un ser mitológico, sino el Hijo de Dios que se hizo hombre, que padeció como hombre  y que puede compartir con nosotros todas nuestras tribulaciones.

Nos encontramos sentados junto al camino de la vida mendigando. Jesús pasa junto a nosotros. No permanezcamos mudos. Gritemos fuertemente: “¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí!” A la respuesta de Jesús: “¿Qué quieres que haga por ti?”, digámosle nuestra /as necesidades por sus respectivos nombres y esperemos a que se haga según su voluntad.


PROVERBIOS 24:10


“Si flaqueas en el día de la angustia significa que tu fuerza es poca”


Hoy se han puesto de moda los gimnasios en donde las personas acuden para fortalecer sus músculos, El objetivo principal de las tales es adquirir un vigor físico que el apóstol Pablo considera sirve para bien poca cosa porque el ejercicio físico no puede impedir el envejecimiento acompañado de la decrepitud física que se instalan al paso de los años. Pero hay algo más, la fuerza física no sirve para hacer frente al día de la angustia porque no es con ella como se supera el día malo.

La fuerza que necesitamos para no flaquear en el día de la angustia es espiritual. No cualquier filosofía que se la considere espiritual – hoy se llama espiritualidad a todo – sino la espiritualidad que nace del Espíritu Santo.

“En los salmos encontramos la referencia de que el Señor es la Roca en la que el salmista encuentra las fuerzas necesarias para superar el día de la angustia cada vez que se le presenta. La Roca en la que busca protección el salmista no es otro que Jesús de Nazaret el Unigénito Hijo de Dios encarnado.

Al final del llamado Serón de la Montaña Jesús dice a sus oyentes que existen dos tipos de cimientos sobre los que edificar una casa. Es de destacar. “Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca” (Mateo 7:24). Es de destacar que la persona prudente es la que oye y pone en práctica las palabras de Jesús. No es prudente el cristiano dominguero que se limita a asistir pasivamente a los cultos dominicales permitiendo que la predicación le entre por un oído y salga por el otro sin que no le quede un recuerdo en el alma. No, la tal persona no es prudente. El creyente no practicante flaquea en el día de la angustia.

Quien oye las palabras de Jesús y las practica es la única persona que fortalece su vida espiritual y sale vencedora en el día de la angustia. Nos son muy familiares las palabras del salmo 23: “El Señor es mi Pastor, nada me faltará. En lugares de delicados pastos me hará descansar, junto a aguas de reposo me pastoreará. Confortará mi alma, me guiará por sendas de justicia por amor de su Nombre. Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo, tu vara y tu cayado me infundirán aliento”

Si el Señor es tu Pastor en el día de la angustia no flaquearás.

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