MAL USO DE LA LENGUA
<b>Es
curioso detectar como el prejuicio puede asumir una actitud hostil hacia un
colectivo sin haberse relacionado nunca con una persona perteneciente al grupo
injuriado</b>
La
diversidad de culturas es una de las
causas por las que se debe temer que existan siempre guerras, porque la cultura
implica diferencia, la diferencia provoca superioridad y la superioridad lleva
al predominio. Debido a nuestra condición humana manchada por el pecado la
diferencia cultural crea prejuicios y, como dijo <b>Albert
Einstein</b>: “¡Triste es nuestra época! Es más fácil desintegrar un
átomo que un prejuicio”.
En el
vestíbulo del Museo de Arte Popular de México, <b>José Antonio
Marina</b> dice: Leo una expresión de bienvenida escrita en doce idiomas
diferentes hablados por los antiguos pueblos de la zona…Salgo del mueso
intrigado por el rechazo de entenderse las distintas tribus…El menosprecio
hacia quienes hablan otra lengua no es exclusivo de los antiguos pueblos
mexicanos, sino una manía atávica y universal”.
El idioma
sirve de cohesión social a la vez que es un factor disgregador porque separa a
los pueblos al dificultar que puedan entenderse (no es el idioma el que hace
difícil que las personas puedan comprenderse si los hombres que no quieren
hacerlo). La diversidad lingüística es el resultado de la decisión divina de
confundir a la única lengua que se hablabas en la antigüedad prediluviana con
la finalidad de impedir el propósito de los hombres de edificar una “ciudad y una torre cuya cúspide llegue al cielo, y
hagámonos un nombre para que no seamos esparcidos sobre la faz de toda la
tierra”(Génesis 11:4).. La diversidad de lenguas impidió que los hombres se
concentrasen en un punto geográfico y empezaron a extenderse por sobre toda la
tierra. Era el propósito de Dios para evitar la unanimidad a la hora de hacer
el mal.
Antes del
Diluvio los hombres aprendieron a forjar el bronce y el hierro (Génesis 4:22).
Esta habilidad perfeccionada la utilizaron los postdiluvianos en sus empresas
bélicas y empezaron a construir imperios con el propósito de concentrar en unas
pocas manos el dominio de grandes extensiones de territorio. Además de utilizar las armas de destrucción masiva
de la época, utilizaron la lengua como instrumento de dominio. Cuando un pueblo
subyuga a otro intenta rematar la victoria bélica desculturizando al vencido
haciendo que su cultura y tradiciones populares fuesen substituidas por las del
vencedor. Así se termina de rematar la humillación del vencido. Bajo el terror
de Antíoco IV Israel sufrió una profunda helenización que fue acompañada de las
profanación del templo en Jerusalén. El resultado de tan agresiva opresión fue
lo que se conoce como la revuelta de loa Macabeos que se resistieron a perder
su identidad nacional.
Desde el
año 1714 en que Catalunya fue definitivamente vencida por las tropas del Borbón
Felipe V, basándose en el Decreto de Nueva Planta, España intenta hacer
desaparecer el catalán, símbolo de la identidad nacional de Catalunya,
prohibiendo su uso en la administración pública y haciendo del castellano la
lengua utilizada en la escuela y en la catequesis. Después de 300 años de
opresión, España no ha podido españolizar a Catalunya. A pesar de que la
Constitución vigente declara que “las riquezas de las diversas modalidades
lingüísticas de España es un patrimonio cultural que será objeto de especial
respeto y protección” (3.3), la lengua que es un instrumento de comunicación
para que los hombres se puedan entender se convierte en un instrumento para
hacer todavía más dura la opresión porque se roba el alma que identifica a los
pueblos. La actitud política de los gobernantes de Madrid pone en evidencia que
no es la Constitución, que se convierte en papel mojado, lo que desestabiliza a
la Democracia, sino la manera de ser de los políticos de turno que son los
primeros en incumplirla.
El
escritor <b>John Steinbeck</b> redactó: “En cualquier pedacito de
escrito honesto que se hace en el mundo, aparece un tema común. Intenta
comprender a los hombres, si se entienden serán mutuamente amables. Conocer a
un hombre nunca lleva a odiar, casi siempre a amar”. Los psicólogos nos dirán
que para comprender a los hombres, conocerlos, se necesita empatía – ponerse en
la piel del otro – para que la lengua no sea un factor desestabilizador de las
relaciones interculturales. Es una tarea casi imposible de hacer ponerse en la
piel de quien es diferente. Ni el cristianismo que enseña a amar al prójimo lo
consigue. No lo obtiene ni en las relaciones internacionales ni en las interpersonales.
Derribar el muro de separación que lo es el idioma es necesario que las
relaciones humanas estén empapadas de amor, no del amor erótico, pasional, hoy
tan de moda, sino del amor de Dios, muy comentado pero poco conocido, derramado
en el corazón humano es el que hace que las personas busquen mutuamente hacerse
el bien a pesar de las diferencias lingüísticas. El resultado de estas
relaciones desinteresadas es el enriquecimiento mutuo y el crecimiento en
humanidad. El resultado final de esta relación provocada por el amor de
Dios manifestado en Jesucristo es que la
imagen de Dios que se perdió en el Edén se reproduce en quien ama a Dios sobre
todas las cosas y al prójimo como a uno mismo. No existe otra manera de
conseguir una paz genuina entre culturas.
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