EL MERCADER ISMAEL
<b>La riqueza
amontonada huele mal, cuando se esparce enriquece a la sociedad</b>
“Se declaraban ateos,
pero en secreto adoraban a la diosa Fortuna…”Esta sentencia de <b>El
Roto</b> es una gran verdad. Ateos, lo que se dice ateos, si los hay, los
hay muy pocos porque allí en donde se engancha el corazón allí se encuentra su
dios. ¿No son muchos quienes tienen enganchados sus corazones en las riquezas,
con lo cual son el dios que adoran?
En el relato <i>La
última voluntad del judío</i>, Pau Guimet, periodista e impresor
leridano, presenta a Ismael que a punto de morir pide ser enterrado con una
cajita en donde guardaba dinero y joyas. Como muestra de su avaricia extrema,
escribe: “Cuando, después de tiempo, había conseguido redondear media fortuna,
su sufrimiento era mayor. Cada atardecer, antes de irse a dormir, sacaba del
escondite una cajita de madera, con decoraciones chinas, guardadora de un
precioso tesoro, y ávidamente contaba las monedas, y contemplaba las joyas, que
igualmente apreciaba, y a menudo, a menudo se decía: Constancia Ismael, que
pronto poseerás el tesoro más rico que posee ninguna persona. Y enfrascado con
esta ilusión, el judío se iba a dormir tranquilo y al día siguiente volvía a la
rutina de siempre…”
Ismael no supo crear un
abismo entre él y sus posesiones. Un día, como le sucede a todo mortal, la
muerte llama a la puerta y aquella cajita de madera con decoraciones chinas en
la que guardaba su precioso tesoro, ¿qué fue de ella? A la eternidad no se la
llevó. Si alguien con sarcasmo la puso entro del ataúd, los arqueólogos la
encontrarán junto a sus huesos y expondrán su contenido en un museo como
muestra de monedas y orfebreria de una época. Adorar al dinero no es una
decisión inteligente.
Jesús con la sabiduría
que le era propia, dijo a sus seguidores. “No os hagáis tesoros en la tierra,
donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan, sino
haceos tesoros en el cielo, donde la polilla ni el orín corrompen, y donde
ladrones no minan ni hurtan. Porque donde está vuestro tesoro, allí estará
también vuestro corazón” (Mateo 6: 19-21).
Los ladrones se las
piensan todas para apropiarse de los bienes ajenos. Por esto, las empresas que
venden seguridad, aprovechándose del miedo que tienen las personas de que los
ladrones entren en sus casas para llevarse lo que tienen de valor, las protegen
de los intrusos malintencionados. A pesar de la protección que reciben, el
miedo lo llevan dentro. ¿Y si la alarma que debe avisar que un no bienvenido
intenta entrar furtivamente para llevarse mis tesoros, no funciona? Todos los
sistemas de seguridad tienen sus puntos débiles. ¡Qué se lo digan a los joyeros
TOUS!
El libro de Proverbios
nos habla de una riqueza más valiosa que el oro y la plata. Salomón contrasta
el valor de la Sabiduría divina con valiosos objetos cuando escribe: “Recibid
mi enseñanza y no plata, y ciencia antes que el oro escogido. Porque mejor es
la Sabiduría que las piedras preciosas, y todo cuanto se puede desear, no es de
comparase con ella” (8: 10,11). El valor de la Sabiduría divina que Salomón
plasma en lenguaje poético, Jesús lo expresa en dos parábolas: la de un tesoro
escondido en un campo que encuentra el payés que lo labraba y que vuelve a
esconder. “y gozoso por ello vende todo lo que tiene y compra aquel campo”
(Mateo 13: 44). La del mercader que buscaba buenas perlas “que habiendo
encontrado una perla preciosa, fue y vendió todo lo que tenía, y la
compró” (Mateo 13: 45,46). En ambos
casos Jesús ensalza el valor de Dios por encima de los bienes materiales más
preciosos.
Tanto Salomón como Jesús
presentan un dilema que obliga al ser humano a tomar una decisión que determina
su futuro eterno. La Sabiduría que es una imagen de Dios, habla y dice: “Ahora,
pues, hijos, oídme, y bienaventurados los que guardan mis caminos. Aprended el
consejo y sed sabios, y no lo menospreciéis. Bienaventurado el hombre que me
escucha, reclinado a mis puertas cada día, aguardando a los postes de mis
puertas. Porque el que me encuentra encontrará la vida. Y alcanzará el favor
del Señor. Mas el que peca contra mí, engaña a su alma, y todos los que me
aborrecen aman la muerte” (Proverbios 8: 32-36).
Jesús es el Mediador
entre nosotros y Dios. La Sabiduría de Proverbios es una imagen de Jesús. Quien
cree en Jesús recibe la vida eterna. Quien saborea la vida eterna que es Jesús,
lo deja todo, como el labrador para comprar el campo que esconde un tesoro
valioso y como el mercader que para adquirir la perla preciosa vende todo lo
que posee.
A quienes no creen en
Jesús, he aquí una conversación que tal vez se harán propia. Uno de los
primeros discípulos de Jesús fue Felipe, éste le dice a su amigo Natanael.
“Hemos encontrado a Aquel de quien escribió Moisés…a Jesús…de Nazaret”. El
incrédulo Natanael le dice: “¿De Nazaret puede salir algo bueno?” Felipe no
intenta razonar con su amigo porque sabía
que no conseguiría convencerle. Simplemente le dice: “Ven y ve”.
Natanael escuchó el consejo de su amigo y fue a encontrarse con Jesús. Después
de conversar con Él, le dice: “Rabí, Tú eres el Hijo de Dios, Tú eres el Rey de
Israel” (Juan 1: 45-51).
Quien conoce a Jesús se
convierte en otra persona. ¡En Jesús albora un futuro maravilloso!
Octavi Pereña i Cortina
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