PROVERBIOS 16:6
“Con
misericordia y verdad se corrige el pecado, y con el temor del Señor, los
hombres se apartan del mal”
Indiscutiblemente la salvación es obra exclusiva de Dios y que el hombre, a
pesar de sus pretensiones de perdonar pecados, no puede hacer nada para
otorgarla. En el momento en que el hombre se coloca en el lugar de Dios se cae
en un pozo sin fondo de contradicciones que arruina las vidas de quienes están
sujetos a los tejemanejes de las autoridades eclesiásticas usurpadoras. Dejando
bien claro que la salvación es obra
exclusiva de Dios y que si Éste no fuese misericordioso en grado máximo, nadie
se salvaría.
A Dios Padre nadie le ha visto, pero
Jesús que es uno con Él, nos revela al Dios desconocido que el apóstol Pablo
muestra a los atenienses en la persona de Jesús que expone con la máxima
perfección la misericordia perdonadora de Dios.
El hombre no puede salvar, pero el
creyente en Cristo se convierte en colaborador de Dios en la tarea de salvar a
los pecadores. Poco antes de ascender Jesús al cielo para sentarse a la diestra
del Padre desde donde intercede por su pueblo en la Tierra, dirigiéndose a
todos sus discípulos les dice: “Toda potestad me es dada en el cielo y en la
Tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolas
en el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Epítrito Santo, enseñándoles todas
las cosas que os he mandado, y he aquí yo estoy con vosotros todos los días,
hasta el fin del mundo. Amén” (Mateo 28:18-20).
Jesús tuvo que denunciar a los sacerdotes
y fariseos el trato denigrante que daban a los pecadores. Miraban a la plebe
desde lo alto del podio de la justicia propia al que se habían subido. Desde la
altura miraban con desprecio a los pecadores que se arrastraban a sus pies por el peso del pecado no perdonado.
Desgraciadamente, después de más de dos mil años de cristianismo no se ha
podido borrar del mapa la falta de misericordia de los purpurados de las
grandes religiones ni de los evangelistas vestidos como el pueblo llano. Ambos
grupos desde la superioridad que les concede su justicia propia vomitan rayos y
truenos contra la plebe ignorante que camina encorvada por el peso del pecado
que arrastra. Jesús veía a las multitudes pecadoras como ovejas extraviadas por
la falta de buenos pastores que las guiasen, No se puede negar el mensaje de la
condenación eterna para aquellas personas que mueren sin haber creído en Jesús
como a su Señor y Salvador, que con su sangre derramada en la cruz del Gólgota
limpia todos sus pecados, Este mensaje no puede anunciarse desde el orgullo de
creerse justo, sino desde la humildad misericordiosa que concede el
reconocimiento de que se es un gran
pecador, el primero de los pecadores. Vociferando rayos y truenos alejan
todavía más a los pecadores del redil en donde el buen Pastor guarda a sus
ovejas. Por su naturaleza pecadora las personas no quieren saber nada de Jesús.
Amenazar de malas maneras a las personas con el fuego eterno no es la manera
más adecuada de atraer a los pecadores a los pies de Jesús para que confiesen sus
pecados y reciban su perdón
1 REYES 22. 7
“Y
Josafat dijo: ¿Hay aún aquí un profeta del Señor, por el cual consultemos?”
Josafat rey de Judá visita a Acab rey de
Israel. El texto nos dice muy poco de lo que hablaron los monarcas. Sin duda
alguna trataron de las relaciones bilaterales de ambos reinos. En las
conversaciones sale a relucir el tema territorial: La ciudad Ramot de Galaad
que había sido tomada por los sirios y que no se había hecho nada para
recuperarla. Debido a las buenas relaciones que en estos momentos existían
entre Israel y Judá, Acab las aprovecha para decirle a Josafat: “¿Quieres venir
conmigo para recuperar Ramot de Galaad?
(v.4). Josafat acepta la invitación con la condición de que se consulte al
Señor la conveniencia o no de tal operación bélica.
Al separarse Israel de Judá, Jeroboam, el
primer monarca del nuevo reino, con el
fin de impedir que los israelitas fueran a Jerusalén a adorar al Señor,
estableció en Bet-el y en Dan santuarios en los que se adoraban a dos becerros
de oro e introdujo una casta sacerdotal independiente de la que había
establecido Dios, centrado su ministerio
en el templo en Jerusalén. Acab, como es
lógico consultó a los sacerdotes que eran miembros de la religión oficial del
reino. Como la subsistencia de estos sacerdotes dependía de la buena voluntad
del monarca, le dijeron: “Sube porque el señor la entregará en mano del rey”
(v.6). Josafat no se queda tranquilo con la declaración de los sacerdotes
idólatras. Pregunta a Acab: “¿Hay aún aquí algún profeta del Señor, por el cual
consultemos?” Acab le responde. Hay uno “mas yo le aborrezco porque nunca me
profetiza bien, sino solamente mal” (v.8). La verdad escuece. Muy a menudo se
consulta al Señor no para escuchar lo que
tenga que decirnos sino para oír lo que nos gusta escuchar. Por este motivo
Israel antes de la división del reino con Roboam, hijo de Salomón, a las
advertencias de los profetas, respondían. “No obedeceremos”.
Acab para complacer a su huésped hace
llamar a Micaías, el profeta que “nunca me profetiza bien”, que estaba
encarcelado, le dice: “y ahora he aquí el Señor ha puesto espíritu de mentira
en la boca de todos tus profetas, y el Señor ha decretado el mal acerca de ti”
(v. 23). La guerra fue un desastre y Acab murió en combate.
No solamente los gobernantes tienen que
buscar la dirección del Señor para resolver satisfactoriamente los asuntos de
estado, las personas anónimas también tenemos que buscar la dirección de Jesús
para poder tomar decisiones correctas en todos aquellos asuntos que nos afectan.
¿Se ha peguntado el lector a que se debe que sus asuntos le vayan tan mal?
¿Busca el consejo en la Palabra de Dios o en la palabra del hombre que está
contaminada por el pecado?
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