dilluns, 2 de juliol del 2018


PROVERBIOS 16:6

“Con misericordia y verdad se corrige el pecado, y con el temor del Señor, los hombres se apartan del mal”
Indiscutiblemente la salvación  es obra exclusiva de Dios y que el hombre, a pesar de sus pretensiones de perdonar pecados, no puede hacer nada para otorgarla. En el momento en que el hombre se coloca en el lugar de Dios se cae en un pozo sin fondo de contradicciones que arruina las vidas de quienes están sujetos a los tejemanejes de las autoridades eclesiásticas usurpadoras. Dejando bien claro  que la salvación es obra exclusiva de Dios y que si Éste no fuese misericordioso en grado máximo, nadie se salvaría.
A Dios Padre nadie le ha visto, pero Jesús que es uno con Él, nos revela al Dios desconocido que el apóstol Pablo muestra a los atenienses en la persona de Jesús que expone con la máxima perfección la misericordia perdonadora de Dios.
El hombre no puede salvar, pero el creyente en Cristo se convierte en colaborador de Dios en la tarea de salvar a los pecadores. Poco antes de ascender Jesús al cielo para sentarse a la diestra del Padre desde donde intercede por su pueblo en la Tierra, dirigiéndose a todos sus discípulos les dice: “Toda potestad me es dada en el cielo y en la Tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolas en el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Epítrito Santo, enseñándoles todas las cosas que os he mandado, y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén” (Mateo 28:18-20).
Jesús tuvo que denunciar a los sacerdotes y fariseos el trato denigrante que daban a los pecadores. Miraban a la plebe desde lo alto del podio de la justicia propia al que se habían subido. Desde la altura miraban con desprecio a los pecadores que se arrastraban a sus pies  por el peso del pecado no perdonado. Desgraciadamente, después de más de dos mil años de cristianismo no se ha podido borrar del mapa la falta de misericordia de los purpurados de las grandes religiones ni de los evangelistas vestidos como el pueblo llano. Ambos grupos desde la superioridad que les concede su justicia propia vomitan rayos y truenos contra la plebe ignorante que camina encorvada por el peso del pecado que arrastra. Jesús veía a las multitudes pecadoras como ovejas extraviadas por la falta de buenos pastores que las guiasen, No se puede negar el mensaje de la condenación eterna para aquellas personas que mueren sin haber creído en Jesús como a su Señor y Salvador, que con su sangre derramada en la cruz del Gólgota limpia todos sus pecados, Este mensaje no puede anunciarse desde el orgullo de creerse justo, sino desde la humildad misericordiosa que concede el reconocimiento  de que se es un gran pecador, el primero de los pecadores. Vociferando rayos y truenos alejan todavía más a los pecadores del redil en donde el buen Pastor guarda a sus ovejas. Por su naturaleza pecadora las personas no quieren saber nada de Jesús. Amenazar de malas maneras a las personas con el fuego eterno no es la manera más adecuada de atraer a los pecadores a los pies de Jesús para que confiesen sus pecados y reciban su perdón


1 REYES 22. 7

“Y Josafat dijo: ¿Hay aún aquí un profeta del Señor, por el cual consultemos?”
Josafat rey de Judá visita a Acab rey de Israel. El texto nos dice muy poco de lo que hablaron los monarcas. Sin duda alguna trataron de las relaciones bilaterales de ambos reinos. En las conversaciones sale a relucir el tema territorial: La ciudad Ramot de Galaad que había sido tomada por los sirios y que no se había hecho nada para recuperarla. Debido a las buenas relaciones que en estos momentos existían entre Israel y Judá, Acab las aprovecha para decirle a Josafat: “¿Quieres venir conmigo para recuperar  Ramot de Galaad? (v.4). Josafat acepta la invitación con la condición de que se consulte al Señor la conveniencia o no de tal operación bélica.
Al separarse Israel de Judá, Jeroboam, el primer monarca del nuevo reino,  con el fin de impedir que los israelitas fueran a Jerusalén a adorar al Señor, estableció en Bet-el y en Dan santuarios en los que se adoraban a dos becerros de oro e introdujo una casta sacerdotal independiente de la que había establecido Dios, centrado  su ministerio en  el templo en Jerusalén. Acab, como es lógico consultó a los sacerdotes que eran miembros de la religión oficial del reino. Como la subsistencia de estos sacerdotes dependía de la buena voluntad del monarca, le dijeron: “Sube porque el señor la entregará en mano del rey” (v.6). Josafat no se queda tranquilo con la declaración de los sacerdotes idólatras. Pregunta a Acab: “¿Hay aún aquí algún profeta del Señor, por el cual consultemos?” Acab le responde. Hay uno “mas yo le aborrezco porque nunca me profetiza bien, sino solamente mal” (v.8). La verdad escuece. Muy a menudo se consulta al Señor  no para escuchar lo que tenga que decirnos sino para oír lo que nos gusta escuchar. Por este motivo Israel antes de la división del reino con Roboam, hijo de Salomón, a las advertencias de los profetas, respondían. “No obedeceremos”.
Acab para complacer a su huésped hace llamar a Micaías, el profeta que “nunca me profetiza bien”, que estaba encarcelado, le dice: “y ahora he aquí el Señor ha puesto espíritu de mentira en la boca de todos tus profetas, y el Señor ha decretado el mal acerca de ti” (v. 23). La guerra fue un desastre y Acab murió en combate.
No solamente los gobernantes tienen que buscar la dirección del Señor para resolver satisfactoriamente los asuntos de estado, las personas anónimas también tenemos que buscar la dirección de Jesús para poder tomar decisiones correctas en todos aquellos asuntos que nos afectan. ¿Se ha peguntado el lector a que se debe que sus asuntos le vayan tan mal? ¿Busca el consejo en la Palabra de Dios o en la palabra del hombre que está contaminada por el pecado?




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