dilluns, 28 d’agost del 2017


EL MERCADER ISMAEL


<b>La riqueza amontonada huele mal, cuando se esparce enriquece a la sociedad</b>

“Se declaraban ateos, pero en secreto adoraban a la diosa Fortuna…”Esta sentencia de <b>El Roto</b> es una gran verdad. Ateos, lo que se dice ateos, si los hay, los hay muy pocos porque allí en donde se engancha el corazón allí se encuentra su dios. ¿No son muchos quienes tienen enganchados sus corazones en las riquezas, con lo cual son el dios que adoran?

En el relato <i>La última voluntad del judío</i>, Pau Guimet, periodista e impresor leridano, presenta a Ismael que a punto de morir pide ser enterrado con una cajita en donde guardaba dinero y joyas. Como muestra de su avaricia extrema, escribe: “Cuando, después de tiempo, había conseguido redondear media fortuna, su sufrimiento era mayor. Cada atardecer, antes de irse a dormir, sacaba del escondite una cajita de madera, con decoraciones chinas, guardadora de un precioso tesoro, y ávidamente contaba las monedas, y contemplaba las joyas, que igualmente apreciaba, y a menudo, a menudo se decía: Constancia Ismael, que pronto poseerás el tesoro más rico que posee ninguna persona. Y enfrascado con esta ilusión, el judío se iba a dormir tranquilo y al día siguiente volvía a la rutina de siempre…”

Ismael no supo crear un abismo entre él y sus posesiones. Un día, como le sucede a todo mortal, la muerte llama a la puerta y aquella cajita de madera con decoraciones chinas en la que guardaba su precioso tesoro, ¿qué fue de ella? A la eternidad no se la llevó. Si alguien con sarcasmo la puso entro del ataúd, los arqueólogos la encontrarán junto a sus huesos y expondrán su contenido en un museo como muestra de monedas y orfebreria de una época. Adorar al dinero no es una decisión inteligente.

Jesús con la sabiduría que le era propia, dijo a sus seguidores. “No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan, sino haceos tesoros en el cielo, donde la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. Porque donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón” (Mateo 6: 19-21).

Los ladrones se las piensan todas para apropiarse de los bienes ajenos. Por esto, las empresas que venden seguridad, aprovechándose del miedo que tienen las personas de que los ladrones entren en sus casas para llevarse lo que tienen de valor, las protegen de los intrusos malintencionados. A pesar de la protección que reciben, el miedo lo llevan dentro. ¿Y si la alarma que debe avisar que un no bienvenido intenta entrar furtivamente para llevarse mis tesoros, no funciona? Todos los sistemas de seguridad tienen sus puntos débiles. ¡Qué se lo digan a los joyeros TOUS!

El libro de Proverbios nos habla de una riqueza más valiosa que el oro y la plata. Salomón contrasta el valor de la Sabiduría divina con valiosos objetos cuando escribe: “Recibid mi enseñanza y no plata, y ciencia antes que el oro escogido. Porque mejor es la Sabiduría que las piedras preciosas, y todo cuanto se puede desear, no es de comparase con ella” (8: 10,11). El valor de la Sabiduría divina que Salomón plasma en lenguaje poético, Jesús lo expresa en dos parábolas: la de un tesoro escondido en un campo que encuentra el payés que lo labraba y que vuelve a esconder. “y gozoso por ello vende todo lo que tiene y compra aquel campo” (Mateo 13: 44). La del mercader que buscaba buenas perlas “que habiendo encontrado una perla preciosa, fue y vendió todo lo que tenía, y la compró”  (Mateo 13: 45,46). En ambos casos Jesús ensalza el valor de Dios por encima de los bienes materiales más preciosos.

Tanto Salomón como Jesús presentan un dilema que obliga al ser humano a tomar una decisión que determina su futuro eterno. La Sabiduría que es una imagen de Dios, habla y dice: “Ahora, pues, hijos, oídme, y bienaventurados los que guardan mis caminos. Aprended el consejo y sed sabios, y no lo menospreciéis. Bienaventurado el hombre que me escucha, reclinado a mis puertas cada día, aguardando a los postes de mis puertas. Porque el que me encuentra encontrará la vida. Y alcanzará el favor del Señor. Mas el que peca contra mí, engaña a su alma, y todos los que me aborrecen aman la muerte” (Proverbios 8: 32-36).

Jesús es el Mediador entre nosotros y Dios. La Sabiduría de Proverbios es una imagen de Jesús. Quien cree en Jesús recibe la vida eterna. Quien saborea la vida eterna que es Jesús, lo deja todo, como el labrador para comprar el campo que esconde un tesoro valioso y como el mercader que para adquirir la perla preciosa vende todo lo que posee.

A quienes no creen en Jesús, he aquí una conversación que tal vez se harán propia. Uno de los primeros discípulos de Jesús fue Felipe, éste le dice a su amigo Natanael. “Hemos encontrado a Aquel de quien escribió Moisés…a Jesús…de Nazaret”. El incrédulo Natanael le dice: “¿De Nazaret puede salir algo bueno?” Felipe no intenta razonar con su amigo porque sabía  que no conseguiría convencerle. Simplemente le dice: “Ven y ve”. Natanael escuchó el consejo de su amigo y fue a encontrarse con Jesús. Después de conversar con Él, le dice: “Rabí, Tú eres el Hijo de Dios, Tú eres el Rey de Israel” (Juan 1: 45-51).

Quien conoce a Jesús se convierte en otra persona. ¡En Jesús albora un futuro maravilloso!

Octavi Pereña i Cortina

 

dilluns, 21 d’agost del 2017

FARISEISMO RELIGIOSO

<b>El fariseísmo, sea religioso o político, mata todo lo que toca. Una sociedad edificada sobre la mentira se destruye</b>
<b>Juan Manuel de Prada</b> comienza su escrito <i>La prueba más dura</i>, así: “Algunos de mis amigos se han apartado de la práctica religiosa, o incluso han renegado de la Iglesia “institucional”, porque han descubierto en muchos católicos una inconsecuencia fatal entre la fe que aseguran profesar y las obras por las que, según reza el Evangelio, se deben distinguir los verdaderos discípulos de Jesús”. Este comportamiento impropio de cristianos recibe la respuesta rápida de Jesús: “Y cualquiera que haga tropezar a algunos de estos pequeños que creen en mí,  mejor le fuera que se colgase una piedra de molino de asno, y que se hundiese en lo profundo del mar” (Mateo 18: 6).
Jesús distingue perfectamente entre fariseos y pecadores. No en vano se le conoce como el “amigo de los pecadores”. En el capítulo 23 del evangelio de Mateo Jesús lanza una retahíla de ¡Ays!” acusando a los fariseos, a los escriba y a los doctores de la ley de hipócritas (vv. 11-48). A nosotros, los cristianos del siglo XXI también nos alerta de la presencia en la Iglesia de fariseos y escribas hipócritas que son “semejantes a sepulcros blanqueados que por fuera, a la verdad, se muestran hermosos, mas por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia” (Mateo 23:27).
Entrando Jesús en el templo ve como el atrio se ha convertido en un mercado, monopolio de los sacerdotes, por donde todos los adoradores tenían que pasar por fuerza. Para cambiar las monedas de sus países de origen por la moneda del templo. El cambio era de usura. Los animales que se tenían que sacrificar tenían que llevar el sello que garantizaba que reunían las características adecuadas para el sacrificio. Además de no reunir las cualidades apropiadas exigidas por la ley, el precio era abusivo. Al contemplar Jesús el mercadeo que se hacía de las cosas santas: “Entró Jesús en el templo de Dios, y echó fuera a los que vendían y compraban en el templo, y volcó las mesas de los cambistas, y las sillas de los que vendían palomas, y les dijo: Está escrito: Mi casa, casa de oración será llamada, pero vosotros la habéis hecho cueva de ladrones” (Mato 21: 12,13). La santidad del templo se había convertido en un estercolero auspiciado por los sacerdotes. Este espectáculo deplorable hacía perder la fe de muchos que, al escuchar las palabras de Jesús “la gente se admiraba de su doctrina, porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas” (Mateo 7: 28,29).
En cierta ocasión en que los discípulos se olvidaron de tomar pan, Jesús les dijo: “Mirad, guardaos de la levadura de los fariseos y de los saduceos” (Mateo 16:6). Los discípulos no entienden las palabras de Jesús y las relaciona con el pan que se vende en las panaderías. Dándose cuenta Jesús que no habían entendido sus palabras, les dice: “¿Cómo es que no entendéis que no fue por el pan que os dije que os guardaseis de la levadura de los fariseos y de los saduceos? Entonces entendieron que no les había dicho que se guardasen de la levadura del pan, sino de la doctrina de los fariseos y de los saduceos” (Mateo 16: 11,12).
<b>Juan Manuel de Prada</b> contrasta  las debilidades de la naturaleza humana, consecuencia de su condición  pecadora, con el fariseísmo hipócrita, diciendo: “El fariseo suele ser persona soberbia y de corazón endurecido que se cree invulnerable a las asechanzas del pecado que afligen a todos los mortales, y desde esta atalaya de engreimiento construye una religiosidad de pura fachada, una especie de fe disecada, esclerotizada que acaba convirtiéndose en impostura”. El fariseísmo religioso es peor que el político porque tiene que ver con el destino eterno de las personas.
Palabras de Jesús referidas al final del tiempo, que es el nuestro: “Y se levantarán muchos falsos profetas, y engañarán a muchos” (Mateo 24: 11). El apóstol Pablo nos alerta sobre el origen de los falsos profetas cuando escribiendo a los cristianos en Corinto, les dice: “Porque estos son falsos apóstoles, obreros fraudulentos, que se disfrazan como apóstoles de Cristo. Y no es maravilla, porque el mismo Satanás se disfraza como ángel de luz. Así que no es extraño si sus ministros se disfrazan como ministros de justicia, cuyo fin es conforme a sus obras” (2 Corintios 11: 13-15).
La única manera de desenmascarar a los fariseos, los falsos apóstoles en la Iglesia es conociendo la Verdad. El fariseísmo se esconde detrás de muchas caretas. Es imposible conocerlas todas. Sólo Jesús que es la Verdad y su doctrina que son el cimiento sobre el que se edifica la Iglesia, las reconoce. “Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en Él: Si vosotros permanecéis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos, y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres”                       (Juan 8:31,32).
Octavi Pereña i Cortina


dilluns, 14 d’agost del 2017

VACACIONES EXCELENTES

<b>¿Hacen las vacaciones más humanas a las personas y efectivas en la solución de los problemas sociales?</b>
¿Es cierto que “las vacaciones podrían ser un tiempo para acercarnos más a Dios y a nuestros familiares, días para renovarnos y días para volver a encontrar nuestros orígenes, y redescubrir nuestra profunda vocación a amar y a ser amados, días para ir a las fuentes de la autenticidad”?, como dice Joan-Enric Vives, arzobispo de La Seu d’Urgell. Excepto unas fugaces menciones de Dios, el escrito podría haber sido redactado por un filósofo ateo o agnóstico. Como <i>Tiempo para hacer vacaciones auténticas</i> ha sido redactado por un arzobispo, muestra la superficialidad del llamado <i>humanismo cristiano</i>.
Ahora que la Iglesia católica pone tanto énfasis en la evangelización que es el anuncio de las buenas nuevas de salvación que se encuentran en el hecho de que Jesús murió y resucitó para perdón de los pecados del pueblo de Dios, escrito como el que comentamos pone el énfasis en el hombre y su capacidad de resolver por sí mismo los problemas. Según la Biblia el ser humano es incapaz de solucionarlos por sus propios medios. La Biblia pone la centralidad en Dios, no en el hombre.
El arzobispo urgelense da un decálogo de buenas intenciones para hacer vacaciones auténticas. Ello nos recuerda al Decálogo de la Ley de Dios que sirve para que los hombres recuerden que son pecadores incapaces de cumplir la Ley de Dios. El decálogo vacacional del arzobispo Vives  muestra como deberían ser las vacaciones perfectas pero no aporta la fuerza necesaria para vivir según un listón tan alto. A pesar de que el hombre es incapaz de cumplir la ley de Dios, la Biblia no deja sin esperanza al pecador. Le recuerda que la Ley de Dios tiene la finalidad de llevar al pecador a Jesús que cargó con su pecado y en la cruz pagó la deuda que tenía con Dios. Resumiendo, por la fe en Jesús el pecador recibe el perdón de sus pecados y hace las paces con Dios. Deja de ser enemigo de Dios para convertirse en su amigo. A esta persona que por la fe en Jesús se convierte en amiga de Dios, el salmista que habla en nombre de Dios le dice: “Bienaventurado el hombre que pone en el Señor su confianza, y no mira a los soberbios, ni a los que se desvían tras la mentira” (Salmo 40:4). La persona bienaventurada, feliz, lo es aquella que pone en Jesús su plena confianza, no la pone en sucedáneos como las vacaciones que no dan lo que prometen. Recordemos las palabras de Jesús: “La paz os dejo, mi paz os doy. Yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo” (Juan 14:27).
Ignoro si el arzobispo Vives ha reflexionado en el boom turístico de nuestros días. Desconozco si ha pensado en la causa que origina el ingente movimiento de personas que colapsan aeropuertos y otros puntos de embarque, que crean problemas de convivencia en los lugares de destino en donde se aglomeran. La industria del ocio mueve miles de millones de euros vendiendo felicidad. Los sufridos turistas aguantan mil impertinencias con el propósito de gozar la felicidad que la publicidad turística vende sin garantizarla. El overbooking en el transporte y la pérdida del medio  que debe llevarle al paraíso, la atención al cliente deficitaria. El turista lo soporta todo porque es crédulo. Cree que es verdad la felicidad que venden las supuestas familias que aparecen alegres y felices, enseñando una dentadura blanca y perfecta en los spots televisivos y en los impresos a todo color.
A los promotores del turismo de masas no les interesa enderezar el comportamiento de sus posibles clientes porque si la publicidad lo hiciese en esta dirección los hoteles permanecerían vacíos. Los clientes no abandonarían sus hogares ya que lo que atañe a su perfeccionamiento moral y ético no les interesa.
¿Qué es lo que mueve a las masas a abandonar los lugares de su residencia para emprender molestos viajes hacia destinos que a su entender les aportarán la felicidad que no tienen en su residencia habitual? A los tour operadores no les interesa lo más mínimo lo que es la verdadera felicidad de sus clientes ni éstos saben en qué consiste porque in fluidos por el diablo únicamente desean dar satisfacción a la sensualidad. Cuando los turistas regresan a su hogares pronto se olvidan de las frustraciones recibidas durante le glamoroso viaje y se predisponen a preparar las próximas vacaciones a otro exótico paraje para volverse a sentir frustrados porque el goce sensual no satisface el hambre y la sed del alma.
La Biblia afirma con contundencia que no hay paz para quien niega la existencia de Dios el Padre de nuestro Señor Jesucristo. Enfatizo a este Dios porque es el único Dios. Los otros dioses, las vacaciones tal como se entienden hoy lo es uno de ellos, son invenciones humanas que no dan lo que prometen. Jesús que fue enviado por el Padre para anunciar las buenas noticias de salvación que hay en el Hijo que da salud al alma del pecador que vive como si Dios no existiese. Creyendo en Jesús el pecador hace las paces con Dios  y el Espíritu Santo que habita en él llena su alma de gozo y esperanza. Jesús que es el pan de vida y el agua viva satisface plenamente el alma sedienta y hambrienta. Con ello no quiero decir que las personas no puedan viajar a parajes paradisíacos. Si creen en Jesús como su Señor y Salvador se desplazarán de la manera correcta. No lo harán con el propósito de aumentar su felicidad. Darán gracias al Creador porque sus ojos pueden contemplar las maravillas de los paraísos que sus ojos contemplan.

Octavi Pereña i Cortina

dilluns, 7 d’agost del 2017

CELEBRACIÓN PASCUAL

<b>Dios habla, el hombre obedece. Las ordenanzas instituidas por el Señor no pueden alterarse unilateralmente</b>
La carta que le Vaticano ha enviado a los obispos recordándoles la normativa sobre la elaboración de las hostias que se utilizan en la eucaristía ha levantado ampollas entre los feligreses católicos. “No es materia válida”, dice la misiva vaticana, “elaborarlas con otras sustancias aunque sean cereales”. María Sarle y Gaspar  Sanjuán, padres de Laia, celíaca, se quejan así: “Que exijan que deben ser sin gluten”, dic María, “me parece arcaico y desfasado porque comulgar es un simbolismo y no deberían importar los ingredientes”. ¿Quién tiene razón? ¿El Vaticano? ¿El matrimonio Gaspar y María?
Referente al pan que se consumía en los tiempos bíblicos la <i>Enciclopedia de la Biblia</i>, católica, dice: “En los sacrificios se utilizaba principalmente pan de trigo, en su especialidad más exquisita de flor de harina, el pueblo, principalmente pan de cebada en forma de tortas finas que eran fáciles de cocer sobre piedras calientes”.
Pienso que a la palabra <i>sacramento</i>se le debe quitar el sentido mágico o sobrenatural que se le da. El origen de esta palabra está relacionado con el juramento de fidelidad que pronunciaban los soldados romanos. Con el tiempo y a medida que la Iglesia se iba corrompiendo y se apartaba de sus orígenes doctrinales a la palabra <i>sacramento</i> se le otorgó poder de salvar a quienes participaban de la eucaristía y del bautismo. Como muy bien dice María “comulgar es un simbolismo”, que también se le puede aplicar al bautismo. En el momento que se diviniza la hostia eucarística o el agua bautismal se comete el absurdo de divinizar el sábado como hacían los judíos. En todos los casos es un acto idolátrico que esclaviza. No aporta libertad espiritual a quienes caen en la trampa.
En la celebración de la eucaristía se presenta un dilema: ¿Está Jesús físicamente presenta en la hostia? ¿Sí o no? Pienso que a esta pregunta le dan respuesta dos textos bíblicos: “El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que en él hay, siendo Señor del cielo y de la tierra, no habita en templos hechos por manos humanas” (Hechos 17:24). Salomón en la plegaria que pronunció en la consagración del templo de Jerusalén construido por encargo de Dios, dijo: “Pero, ¿es verdad que Dios morará sobre la tierra? He aquí que los cielos, los cielos de los cielos, no te pueden contener, ¿cuánto menos esta casa que yo he edificado?” (1 Reyes 8: 27). El sacerdote que en el momento de la consagración de la hostia se auto otorga el poder de hacer habitar corporalmente Jesús en ella es una herejía de la que debe arrepentirse.
Según SEGRE (17/07/2017), “otra opción que tienen los feligreses celíacos de comulgar es hacerlo únicamente con vino, una opción a la que optan algunos leridanos intolerantes“(al gluten). Esta opción no es de recibo porque no se ajusta a la manera como se celebró la Pascua en que participaron Jesús y sus discípulos. En ella se encuentran presentes el pan y el vino que son símbolos del cuerpo y de la sangre que Jesús ofreció para redimir el pueblo de Dios de sus pecados. Si falta uno de los dos elementos la celebración no es válida.
El apóstol Pablo en el contexto de las instrucciones que da para celebrar el recordatorio de la Pascua del Señor, escribe: “Os alabo, hermanos, porque en todo os acordáis de mí, y retenéis las instrucciones tal como os las entregué” (1 Corintios 11:2). Al describir la celebración de la Pascua, escribe: “Porque yo recibí del Señor lo que también os he enseñado” (v.23). Las instrucciones que da no son de su propia cosecha. Se limita a transmitir la  revelación recibida. Por lo tanto, las instrucciones que da de cómo celebrar la Pascua del Señor son de obligado cumplimiento: No se puede poner ni quitar nada. El apóstol especifica el pan y el vino que son símbolos del cuerpo maltratado y de la sangre derramada en la cruz el Gólgota para perdón de los pecados: “Así, pues, todas las veces que coméis este pan y bebéis esta copa, la muerte el Señor anunciáis hasta que Él vuelva” (v. 26). Que los feligreses sólo puedan participar del pan y los celíacos solo del vino, no es correcto según las instrucciones que el apóstol ha recibido del Señor.
El apóstol comenta también la actitud que los comulgantes deben mantener en el momento de la celebración: “De manera que cualquiera que coma este pan y beba esta copa del Señor indignamente será culpado del cuerpo y de la sangre del Señor. Por tanto, pruébese  cada uno a sí mismo, y como así el pan, y beba de la copa. Porque el que come y bebe indignamente, sin discernir el cuerpo del Señor, juicio come y bebe para sí” (vv. 27-29). Una advertencia para quienes participan de la eucaristía de manera irreflexiva.
Una consideración a tener en cuenta: el apóstol no comenta si el pan tiene que ser blanco, negro o de cereales, con gluten o sin. Tampoco no dice nada si el vino tiene que ser blanco, negro, rosado, con gas o sin. Lo deja al juicio de los pastores de las iglesias locales para adaptarla celebración  a las características de sus feligreses.
Según la Biblia el Dios eterno e infinito no se le puede poner en el interior del lugar santísimo del  templo de Jerusalén que era el símbolo de la presencia del Señor entre su pueblo. Menos se puede conseguir introducirlo en la hostia y el vino. ¿De qué manera Jesús puede estar presente en el pan y el vino que simbolizan su cuerpo y su sangre. Pienso que <b>Thomas Boston</b> da respuesta a esta pregunta cuando escribe: “Lo cierto es que corporalmente (Jesús) está en el cielo, pero espiritualmente hablando está en la Palabra y en las ordenanzas presentes a pecadores, vistas por fe, a pesar que la mayoría no lo verá”
Octavi Pereña i Cortina