EL ORIGEN DEL HOMBRE
<b>La
alfa y la omega, el principio y el fin. Si no sabemos de dónde venimos no
sabemos a dónde vamos</b>
El
periodista <b>Josep Corbella</b> le pregunta a <b>Alberto G.
Fairén</b>, investigador del Centro de Astrobiología en Torrejón de
Ardoz: - S i no se hubiese dedicado a la Astrobiología ¿qué le hubiera gustado
ser? Respuesta: “Habría estudiado el origen del ser humano”. A los seres
humanos en general nos gusta saber de dónde procedemos. Los paleontólogos
investigan los fósiles. Los astrobiólogos si existe la posibilidad de vida en
otros planetas. Los paleontólogos en concreto están absortos en investigar el
llamado proceso evolutivo del hombre. Con las pequeñas muestra óseas
encontradas en parajes diversos y que según ellos tienen millones de años de
antigüedad van indicando con más precisión
de que si se tratara de un reciente evento el proceso evolutivo de los
homínidos hasta el hombre actualidad. Todas las aseveraciones que se hacen para
llegar a nuestro origen se basan en teorías que no dan credibilidad a los
resultados paleontológicos. Resumiendo, teniendo en cuenta la declaración de
<b>Alberto G. Fairén</b> los registros fósiles no resuelven el enigma de dónde venimos.
El
encuentro en Sudáfrica de una especie de homínido el <i>homo
maledi</i> “ha vuelto a poner sobre la mesa el debate en torno a una
cuestión crucial que parece una obviedad, pero que los científicos llevan
discutiendo desde Darwin sin encontrar una respuesta única: “¿Qué nos convierte
en humanos?” “¿Qué nos diferencia del resto de los primates?”
(<b>Guillermo Altares</b>). “La evidencia fenomenológica”,
prevalece “ya que la observación de nuestra cultura y de nuestra historia nos
lleva necesariamente a la conclusión, a pesar que seguimos siendo animales
somos diferentes del resto” (<b>Thierry Cheminade</b>, experto
francés en la evolución del cerebro humano), “no obstante esto, dice
<b>Guillermo Altares</b>, esta respuesta deja abierta la pregunta
clave, somos diferentes, pero, ¿por qué?”
Solamente
podemos saber a dónde vamos si sabemos
dónde venimos. Si somos el resultado de un proceso evolutivo que se arrastra desde hace millones de años,
nos deja sin respuesta convincente. El registro fósil no responde a la
pregunta: ¿Quién soy? Nuestra existencia sigue siendo un enigma desde el
ateísmo o la incredulidad. La Escritura cristiana afirma: “Dice el necio en su
corazón: No hay Dios” (Salmo 14:1). Los necios de la Biblia no son personas de
pocas luces. Pueden ser personas eminentes en diversos campos de la cultura. No
se les puede menospreciar porque gracias a ellos se han producido grandes
avances tecnológicos que nos proporcionan bienestar. El necio de la Biblia es
una persona incapacitada para comprender las cosas espirituales. Es por esto
que no pueden entender que más allá del mundo material existe Dios que además
de la maravillosa creación que contemplamos, es el Creador del hombre. Hecho a
imagen y semejanza de Él. No basta con creer en un dios genérico en el que se
le pueden incluir la multitud de divinidades que el hombre se ha fabricado. El
Dios a que me refiero es el Autor de la Vida
que en la Persona de Jesús se encarna para revelarnos al Invisible. Una
Inteligencia impersonal no sirve para dar respuesta a la pregunta clave: ¿Quién
soy?
Jesús
hace esta afirmación de suma importancia: “Yo soy el camino, y la verdad, y la
vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14:6). ¿Por qué esta afirmación
tan dogmática? Porque el pecado nos separa de Dios nuestro Creador y pone ante
nuestros ojos un velo que nos impide ver las realidades espirituales que son
eternas. Sin Jesús somos ciegos que andan a tientas sin saber dónde está la
meta a la que hemos de llegar. Caminamos desorientados tropezando por doquier.
El amor inmensurable de Dios con su amor eterno diseña el plan que permite que
el hombre que se equivocó de camino en el paraíso por instigación satánica,
pueda recuperar la visión de las realidades espirituales. En el momento que se
cree en Jesús cae la venda que impide ver. En aquel momento Dios deja de ser un
concepto nebuloso, intelectual, filosófico, para convertirse en Dios personal,
Padre de nuestro Señor Jesucristo y Padre nuestro que está en el cielo.
El
enigma: ¿Quién soy? Desaparece. Sé que procedo de Él por creación, y regreso a
Él como hijo pródigo por Jesús que es el Camino que me lleva a Él. La incógnita
existencial ha desaparecido. En Jesús el hombre se encuentra.
Octavi Pereña i Cortina