LUCAS, 12:2,3
“Porque no hay nada encubierto,
que no haya de descubrirse, ni oculto que no haya de saberse. Por tanto, todo
lo que habéis dicho en tinieblas, a la luz se oirá, y todo lo que habéis
hablado al oído en los aposentos, se proclamará en las azoteas”
Estas palabras Jesús las pronunció ante una multitud y el contexto
tiene que ver con “la levadura de los fariseos que es hipocresía”. La
hipocresía consiste en aparentar ser lo que no se es. El hipócrita se pone una
careta con el propósito de desfigurar su personalidad. El hipócrita pretende
dar gato por liebre a las personas con las
que convive. Frecuentemente nos tragamos en anzuelo porque no podemos
llegar a conocer la interioridad del corazón del hombre que es donde se forjan
los pensamientos que moldean el carácter. Debido a esta dificultad el Señor nos
advierte diciéndonos: “ Guardaos de la levadura de los fariseos, que
es hipocresía”. Tened los ojos bien abiertos para que no os engatusen.
La levadura es la sustancia que se pone en la masa de harina que cuando
se hornea se esponja y hace que el pan o
la tarta que se cuecen sean comestibles y agradables al paladar. La levadura
trabaja en secreto, el esponjado que resulta del horneo es evidente.
El hipócrita, todos llevamos la simiente del engaño, cree que lo que
trama en secreto no se sabrá. En principio porque no cree en Dios y si cree en
Él erróneamente piensa que Dios no está
por estas menudencias y que no ve nada de lo que ocurre en el corazón. Pero Dios
si que se interesa por los pensamientos
que se forja en el corazón. Nada
puede esconderse a sus ojos escrutadores.
Puede ocurrir que durante cierto tiempo la hipocresía aparentemente no
se conozca, pedro siempre llega el momento en que “lo que habéis hablado al
oído en los aposentos, se proclamará en las azoteas”. La advertencia de
Jesús es para todos, incluso par el lector y quien escribe. Pero el aviso de
peligro que hace Jesús también lo dirige a los políticos que tan poca
transparencia manifiestan en su proceder. Dicen mucho al oído en las oficinas
en donde se fraguan los fraudes. En los juzgados ya empiezan a aparecer luces y
taquígrafos que desvelan los secretos guardaos en los despachos. Este acontecer
es la punta del iceberg del día en que ”lo que habéis hablado al oído en los
aposentos, se proclamará en las azoteas”, no dejando nada escondido debajo
de la alfombra. El día en que se develarán todos los secretos susurrados al
oído en el secretismo de las oficinas, será el día del Juicio Final en que los
labios del Juez declararán: culpable. Confesando hoy a Cristo el pecado
de hipocresía para que su lo borre, evitará que en el día del Juicio Final se
tenga que oír la sentencia que proclamará el Juez justo. Culpable.
Culpabilidad que no tendrá apelación porque la sentencia es eterna
2 CRÓNICAS 12:8
“Pero serán sus siervos, para que
sepan lo que es servirme a mí, y qué es servir a los reinos de las naciones”
El texto nos dice: “Cuando Roboam había consolidado su reino, dejó
la Ley del Señor, y todo Israel con él. Y por cuanto se habían rebelado contra
el Señor, en el quinto año del rey Roboam subió Sisac rey de Egipto contra
Jerusalén” (vv.1,29.
Dios a través de Moisés había alertado en diversas ocasiones a los
israelitas que abandonarle a Él trae funestas consecuencias. Parece ser que
durante un tiempo Roboam conservó externamente la fe pero cuando consolidó su
reino fortificando las ciudades de Judá,
sintiéndose seguro, se quitó la careta y puso al descubierto que de creyente
nada de nada. La hipocresía de confesarse creyente por interés, más pronto o
más tarde siempre se pone al descubierto. El profeta Semaías se presenta ante
el rey y los príncipes de Judá, y les dice: “ Así ha dicho el Señor:
Vosotros me habéis dejado, y yo también os he dejado en manos en manos de Sisac” (v.5). El rey y los
principales de humillan, lo cual hizo que el Señor no destruyese Jerusalén de
inmediato. Ello no quita que tengan que pagar las consecuencias de haberse dado
a la idolatría: “Pero serán sus siervos, para que sepan que es servirme a mí, y qué es servir a los
reinos de la naciones”. No hay
efecto sin causa.
La historia se repite en escenarios distintos. Nuevas generaciones de
hombres, al igual que Judá e Israel, no aprenden de su historia. La actual
tampoco lo hace. De manera formal nuestra sociedad es cristiana. Se bautiza a
los niños y se casan y entierran por la iglesia. Todo es puro formulismo. En
circunstancias difíciles claman a Dios, pero es un clamor que no llega a los
oídos del Señor porque el pecado no confesado
crea interferencias que lo impiden.
La sociedad en general se ha olvidado de Dios y le da la espalda. El
Señor tiene que decirnos lo mismo que le dijo a Roboam y a los príncipes de
Judá: ”Vosotros me habéis dejado, y yo también os he dejado en manos de
Sisac” . Sisac ha sido sustituido por la Unión Europea que con su política
de recortes nos ha arruinado. La política económica ha llevado al desespero a
millones de ciudadanos. Los políticos con su amor al dinero han esparcido la
corrupción por todas la instituciones del Estado, poniéndolas todas en
entredicho. Pero los ciudadanos anónimos también tenemos nuestra parte de
responsabilidad en los males que nos afligen. Hemos abandonado al Señor y él nos ha abandonado a nuestra suerte. En
tanto no se produzca una vuelta masiva a Dios, nos humillemos ante Él,
reconozcamos nuestro pecado y se lo confesemos para abandonarlos, el señor no
escuchará. La respuesta a nuestro clamor será silencio y, sin la dirección de
Dios: Caos. ¿No es confusión el mal de nuestra generación?
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